Con Baloncesto en Movimiento, su academia móvil, Cristian Abad recorre pequeñas poblaciones entre Málaga y Sevilla. Su proyecto ya hace parte de los ganadores de la reciente convocatoria de la Liga Endesa Basket Lover.

Por muy alejada que se encuentre, cualquier cancha de baloncesto es ideal para Cristian Abad a la hora de enseñar ese deporte. Si esta no existe, no importa: saca de su furgoneta dos cestas móviles, conos, balones, pesas, bandas y todo lo necesario para practicar y ya está listo para todo aquel que quiera aprender.

Dribles, control, fundamentación, técnicas para defender y lanzar, entre muchos otros conocimientos, son impartidos con todo el profesionalismo por este barranquillero de 19 años que ya es arbitro, dentro de muy poco entrenador profesional y el fundador de la única academia móvil en España: Baloncesto en Movimiento, ‘Moviendo vidas’.

El gusto por la práctica de este deporte, inició a los 9 años de vida. Todavía no sabe a ciencia cierta qué lo cautivo, solo recuerda que bastó con tocar un balón durante un receso en una jornada escolar en el colegio Liceo Pichincha de Cali, Colombia, donde estudiaba, y de inmediato supo que quería dedicar su vida a todo lo que tuviera que ver con el baloncesto.

“Creo que lo llevaba en la sangre porque vi a una amiga jugando, se me despertó un interés inusual y enseguida le pedí una pelota a mi papá”, recuerda el joven que, a sus 17 años, hace dos, viajó a España, solitario, en la avanzada que sus padres enviaron, como parte de los planes que tenían de radicarse en ese país de Europa.

A esa edad, tras un amplio recorrido por academias de Barranquilla, Colombia, (Cristian estuvo en Cachorros, Promesas, Tiburones) y de Pereira, en ese mismo país, viajó a Málaga, España, para quedarse en casa de una tía, y allí retomó sus estudios y comenzó a enfocarse en la pasión que lo mueve: el baloncesto.

Cristian ya sabía lo que era competir. Su trayectoria lo llevó a hacer parte de selecciones Atlántico, con la que logró un subcampeonato en unos Juegos Nacionales, y Risaralda en equipos como Raptors Caney, en su país, en los que pudo mostrar sus habilidades como armador y al lado de jugadores profesionales con un nivel interesante de juego.

Seguía siendo muy joven, pero de inmediato dio su primer paso hacia la profesionalización del baloncesto. Estudió y se convirtió en arbitro y se vinculó como jugador de El Palo, uno de losequipos más importantes de Málaga, donde pudo demostrar sus dotes de jugador y conocedor de los pormenores de ese deporte.

“Me convertí en arbitro y con lo que ganaba podía pagar mi comida. Vivía en una habitación solo y de esta manera ya podía ayudar a mis padres que estaban por venirse con el resto de la familia”, recordó.