Tokio volvió a ser escenario de un momento que trasciende la competencia. En las series clasificatorias de los 3.000 metros con obstáculos del Mundial de Atletismo 2025, el colombiano Carlos Sanmartín y el belga Tim Van de Velde protagonizaron una escena que ya da la vuelta al mundo, recordando que la grandeza del deporte no siempre está en ganar, sino en compartir la meta.
La carrera comenzó con la intensidad propia de un Mundial, pero pronto se torció el guion. Sanmartín, tras intentar superar una valla, sufrió una caída que lo dejó con fuertes dolores en la pierna izquierda y en el cuádriceps. Apenas pudo ponerse en pie, el gesto de dolor fue evidente: cada zancada era un suplicio. Van de Velde tampoco había tenido fortuna; una caída previa lo había alejado de cualquier posibilidad de clasificación. Fue entonces cuando decidió que la historia sería otra.
En lugar de abandonar, el belga se detuvo, dio media vuelta y esperó al colombiano. En un acto de solidaridad pocas veces visto en una pista mundialista, lo acompañó hasta los últimos metros. Sanmartín, cojeando, apoyó su cuerpo en el hombro de su rival convertido en aliado, y juntos cruzaron la meta entre los aplausos del público.
El gesto, que quedó grabado en cámaras y ya circula en redes sociales, fue calificado como una de las postales más humanas del Mundial. “Lo vi en problemas y pensé que debía ayudarlo. Ya no tenía nada que perder”, declaró Van de Velde tras la prueba. Por su parte, Sanmartín reconoció que el apoyo fue vital: “Me dolía cada paso, pero él me dio fuerza para no abandonar”.
Ninguno logró la clasificación, pero sí algo más valioso: el reconocimiento global por un acto que refleja la verdadera esencia del deporte. En Tokio no hubo medallas para ellos, pero sí un ejemplo eterno de compañerismo.
En un mundo de marcas y cronómetros, la imagen de dos atletas apoyándose para llegar a la meta quedará como la mejor victoria: la del espíritu humano.
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