El silencio en el Estadio Corregidora se volvió suspiro cuando Shakira comenzó a entonar “Última”. La canción, que cierra Las Mujeres Ya No Lloran, sonaba como una confesión hecha música. Con cada verso, la voz de la colombiana se quebraba, hasta que las lágrimas aparecieron frente a más de 30 mil personas que no dudaron en arroparla con un coro ensordecedor.
No era solo una interpretación. Era una despedida pública. Shakira, con los ojos húmedos, dejaba escapar no solo la melodía, sino también la carga de una herida que aún late. El público lo entendió: los aplausos crecieron, las luces de los celulares iluminaron el estadio y la artista encontró refugio en ese mar de voces que cantaron por ella.
“Última” nació como un cierre de ciclo. La propia Shakira reconoció que fue la canción más difícil de escribir, porque la concibió como un adiós definitivo a la historia con Gerard Piqué. Esa noche en México, ese adiós se sintió real.
El momento quedó grabado no solo en teléfonos, sino en la memoria colectiva de quienes fueron testigos de una artista que, lejos de esconder su fragilidad, la convirtió en fuerza. Y así, entre lágrimas y ovaciones, Shakira confirmó que su vulnerabilidad también es parte de su grandeza.
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