El fútbol, que tantas veces nos llena de júbilo, también sabe teñirse de luto. Así sucedió este fin de semana en Cali, cuando la ilusión de un hincha se transformó en tragedia a las puertas del estadio. Juan Pablo Núñez Sarmiento, un seguidor del Deportivo Cali, perdió la vida tras ser arrollado accidentalmente por el bus del propio equipo al que acompañaba con devoción.

El joven viajaba en motocicleta en medio de la caravana que acompañaba al club azucarero en su trayecto hacia el encuentro con el Medellín. La pasión lo llevaba en ese recorrido, entre banderas, tambores y cánticos que pretendían insuflar ánimo a los jugadores. Pero el destino jugó una mala pasada: Núñez perdió el control de su moto, cayó y terminó bajo las ruedas del vehículo que transportaba a los ídolos de sus amores.

El silencio se impuso sobre la algarabía. Una niña resultó herida en el accidente, aumentando la consternación. Dentro del bus, los futbolistas y el cuerpo técnico quedaron impactados. “Una tragedia que nos golpea a todos”, alcanzó a decir conmovido el técnico Alberto Gamero, visiblemente afectado por el dolor de la hinchada y la irreparable pérdida.

En el estadio, antes de iniciar el partido, se guardó un minuto de silencio. Las voces que minutos antes alentaban ahora se unían en respeto. El fútbol se detuvo para recordar a uno de los suyos, alguien que nunca tuvo fama ni portó una camiseta en la cancha, pero que vivió con la misma pasión que los once titulares.

La muerte de Juan Pablo es un recordatorio de la delgada línea que separa la fiesta de la tragedia. El fervor no debería costar vidas, y sin embargo, en la intensidad de las caravanas y la euforia de la multitud, a veces se pasa por alto la fragilidad de la vida.

Hoy, Deportivo Cali y su hinchada lloran juntos. No se trata solo de un resultado en la tabla, sino del vacío que deja un aficionado que se fue demasiado pronto, con la camiseta puesta y el corazón en verde y blanco.

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