El reloj marca las 6:20 p.m. en Manizales. La brisa fría del Estadio Palogrande acaricia los rostros de los hinchas que, expectantes, observan a los protagonistas en el campo. Para Junior de Barranquilla, el reto es inmenso: ganar o resignarse a la incertidumbre en la última jornada. Las palabras de César Farías retumban en la mente de sus jugadores: “Hay que dejar el cuero”. No hay otra opción.
El empate sin goles contra Millonarios dejó al equipo rojiblanco sin margen de error. Enfrente, un Once Caldas ya clasificado, pero con hambre de victoria tras caer ante Santa Fe y acumular cuatro partidos sin ganar. La altura de Manizales se erige como un adversario invisible, impasible, al que Junior debe enfrentar además del rival de turno.
El arco del Junior tendrá a Jefferson Martínez, reemplazando a Santiago Mele, quien ya está concentrado con Uruguay. La oportunidad también la toma Luis “Cariaco” González, beneficiado por la salida de un extranjero. La lista de bajas incluye a Yeferson Moreno y a Marco Pérez, lesionado en el tobillo, una ausencia que se siente.
El pitazo inicial marca el inicio de una batalla. Las tribunas palpitan, la tensión se corta en el aire. Junior necesita más que buen fútbol; necesita corazón. La historia se juega en 90 minutos y la consigna de Farías resuena con cada balón disputado: dejar el alma en la cancha para asegurar el pase a los Cuadrangulares Semifinales.
Manizales se prepara para una noche en la que el fútbol y la voluntad serán los protagonistas.