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El reloj corre sin clemencia y el estadio Metropolitano Roberto Meléndez se alista para la última cita de Junior en la fase regular. Como un estudiante que dejó todo para el final, el equipo de Barranquilla enfrenta esta noche (7:00 p.m.) al Deportivo Cali, y lo hace sabiendo que su clasificación a los cuadrangulares semifinales depende de una actuación sin margen de error.
Llegar al séptimo lugar con 28 puntos es el reflejo de un camino irregular, una campaña en la que los últimos tres empates sin goles (Envigado, Millonarios y Once Caldas) retumbaron como clases no aprendidas. El cupo, que parecía seguro, quedó pendiente de una última prueba, y hoy, la hinchada espera que el tiburón no falle cuando más se le necesita.
César Farías, el profesor en este agitado curso, ha defendido a su grupo: «No me preocupa la falta de goles. Lo que inquieta es no generar, y ese no es nuestro caso». Sin embargo, el dato es ineludible: Junior lleva tres juegos sin celebrar un tanto. Esta noche, con el Cali como oponente, se espera que Carlos Bacca, el veterano goleador, lidere el ataque tras jornadas sin ver puerta desde aquel gol contra Pereira.
La matemática es clara. Con una victoria, Junior entra en la fiesta. Un empate será suficiente solo si Pasto, Fortaleza y Medellín, sus perseguidores en la tabla, no logran ganar. Pasto recibirá a Patriotas; Fortaleza, en su patio, enfrentará a Águilas Doradas, y Medellín se jugará su suerte ante Envigado.
El Deportivo Cali, eliminado y en un 2024 para el olvido, llega como el alumno que ya no puede aspirar a aprobar, pero que sigue en la clase. La última vez en Barranquilla, los verdiblancos se llevaron un 3-2 en contra, con un inspirado Bacca como verdugo.
Hoy, Junior no tiene más opciones: o supera su examen final y avanza, o se queda mirando desde la barrera, reflexionando sobre las lecciones que nunca quiso aprender.