Las tensiones en Medio Oriente alcanzan un nuevo punto crítico. El gobierno de Estados Unidos desplegó recientemente el portaaviones USS Dwight D. Eisenhower con más de 5.000 efectivos cerca de las costas de Irán, en respuesta al aumento del conflicto entre Israel e Irán. El objetivo oficial: proteger sus intereses y aliados en la región.
Este movimiento militar ocurre mientras Israel mantiene ataques selectivos contra instalaciones vinculadas a Irán en Siria y el Líbano, y tras el ataque masivo iraní con drones y misiles en abril, que estuvo a punto de escalar a una guerra directa.
La respuesta no se hizo esperar. Desde Moscú, el presidente ruso, Vladimir Putin, envió una advertencia clara a Washington: «Que Estados Unidos no se una a la guerra», subrayando que cualquier intervención estadounidense directa en la región podría tener consecuencias graves y desestabilizadoras a nivel global.
Rusia ha fortalecido en los últimos años sus alianzas estratégicas con Irán y China, lo que convierte cualquier enfrentamiento regional en una potencial amenaza para el equilibrio global. Aunque aún no hay enfrentamientos directos entre grandes potencias, la comunidad internacional observa con alarma cómo los conflictos localizados adquieren cada vez más una dimensión global.
Analistas advierten que el riesgo de un error de cálculo, un ataque accidental o un movimiento desmedido puede escalar rápidamente a un conflicto mayor. Por ahora, el mundo sigue en vilo.
📍La pregunta es inevitable: ¿estamos más cerca que nunca de una tercera guerra mundial?
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