Estados Unidos inauguró un centro de detención migratorio sin precedentes: “Alligator Alcatraz”, ubicado en una zona remota de los Everglades, en Florida, y rodeado por caimanes y serpientes como barrera natural. El complejo, levantado en menos de dos semanas, fue presentado este 1 de julio por el expresidente Donald Trump y el gobernador Ron DeSantis como una solución “efectiva y disuasoria” contra la inmigración irregular.

La instalación fue construida en el aeropuerto abandonado Dade-Collier, dentro de la reserva de Big Cypress. A pesar de que oficialmente fue concebida como una medida temporal, la visita de Trump dejó entrever que podría convertirse en modelo para otras zonas del país. “Si alguien se escapa, también les vamos a enseñar cómo huir de un caimán”, bromeó el exmandatario.

“Alligator Alcatraz” —bautizada así por activistas debido a su parecido con la famosa prisión de San Francisco— tiene capacidad para 5.000 personas. Inicialmente operará con unas 3.000 camas distribuidas en carpas y contenedores, bajo vigilancia permanente.

La reacción no se hizo esperar. Organizaciones de derechos humanos calificaron el proyecto de “cruel e inhumano”, mientras comunidades indígenas como los Miccosukee y los seminolas denunciaron invasión de tierras y daño ambiental irreparable. “Están convirtiendo un ecosistema protegido en una prisión sin dignidad”, afirmó un portavoz de los pueblos originarios.

Además de las críticas por su impacto ambiental, se cuestiona la legalidad del centro, ya que se construyó sin evaluación ambiental ni consultas públicas. Demandas ya fueron interpuestas por organizaciones civiles, que buscan detener su operación.

Mientras tanto, el gobierno de Florida insiste en que la medida responde a una “crisis migratoria” y a la falta de acción federal. Trump, por su parte, prometió replicar el modelo si vuelve a la Casa Blanca.

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