Llegó un 8 de junio de 1978, sin estridencias, con el aura modesta de quien aún no se ha ganado un nombre, pero sí el respeto del vestuario. José Eugenio “el Zurdo” López aterrizó en Barranquilla para escribir una historia tan errática como apasionante con Junior, el club que le abrió la puerta del banquillo y lo convirtió en leyenda. Siete ciclos, una montaña rusa de emociones, desencuentros y un título inolvidable definen su paso por el Tiburón.
El primer capítulo comenzó cuando Fuad Char, tras fallidos intentos por convencer a Varacka y Solari, se la jugó por ese joven que venía de ser campeón con Nacional como jugador. Bajo su mando, Junior vivió su primera decepción internacional en la Libertadores del 78 y su renuncia se selló tras un 4-2 ante Cali.
Pero el Zurdo volvió. En 1988, con el prestigio de haber sido campeón en México con América, tomó el timón de nuevo. Clasificó al octogonal final y, en 1989, con un equipo repleto de criollos, se soñaba campeón. El asesinato del árbitro Álvaro Ortega sepultó esa ilusión.
En 1992 duró apenas 12 partidos. En 1998 llegó de nuevo, pero no logró victorias. Al año siguiente armó un equipo competitivo que regresó a la Libertadores. Pero su gran consagración fue en 2004. El título contra Nacional, con un 3-0 en la ida, el 2-5 en la vuelta y la infartante definición por penales, lo inmortalizó. Aquella noche, el gol de Ribonetto y la fe ciega del Zurdo en Omar Pérez, pese a su artrosis, se convirtieron en gestas eternas.
Volvió dos veces más: en 2006 y en 2013. En su séptima vida al frente del Junior recuperó a Edwin Cardona, lanzó a Celis y coronó goleador a Luis Carlos Ruiz. Su último partido fue en marzo de 2014. Como un ciclo que nunca cerró del todo, dejó su huella para siempre. Junior no se entiende sin el Zurdo López.
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