En un acto que simboliza el sacrificio y la crudeza de la violencia, la muerte del intendente jefe Luis Carlos Bonilla Barrera, comandante de la estación de Policía de Teorama, Norte de Santander, ha dejado una profunda herida en el país. Un francotirador arrebató su vida este lunes en un ataque que refleja los peligros que enfrentan a diario quienes trabajan por la seguridad en las regiones más afectadas por el conflicto.

La imagen de sus compañeros trasladándolo en una carretilla a un centro de salud, en un intento desesperado por salvarle la vida, se convirtió en un testimonio desgarrador de los riesgos y la fraternidad en la fuerza pública. Este momento quedó registrado en un video que rápidamente se viralizó, despertando solidaridad y rechazo en redes sociales. Sin embargo, a pesar del esfuerzo por auxiliarlo, el intendente Bonilla no logró sobrevivir a las heridas.

Este no es un caso aislado. El 24 de octubre, el soldado profesional Óscar Acuña también fue víctima de un francotirador, presuntamente del ELN, mientras patrullaba en la vereda Romeritos, zona rural de Convención. Ataques como estos se han vuelto frecuentes en Norte de Santander, dejando a su paso luto y desolación.

La pérdida del intendente Bonilla Barrera es un recordatorio de la vulnerabilidad de quienes defienden la paz en un contexto marcado por la violencia. Estos actos deben ser rechazados de manera contundente, mientras se exige justicia y el cese de acciones que perpetúan el dolor en comunidades que anhelan tranquilidad. Norte de Santander clama por un futuro donde estas imágenes no sean la norma, sino un recuerdo de un pasado superado.

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