La noche del 13 de diciembre de 2024 será recordada no solo por la consagración de Atlético Nacional como campeón de la Copa BetPlay, sino por las imágenes que retrataron, de manera casi surrealista, una realidad que va más allá del fútbol. El trofeo, que debería haber simbolizado el cierre de una fiesta deportiva, terminó custodiado en una tanqueta de la policía, en medio de la violencia que empañó el partido de vuelta frente a América de Cali.
La final, disputada en el estadio Pascual Guerrero, nunca terminó en el sentido habitual. La euforia de los hinchas escarlatas se desbordó en hechos de violencia que obligaron a la policía a suspender la tradicional premiación sobre el campo. Afuera, el caos seguía: enfrentamientos y disturbios convertían las calles aledañas en un campo de batalla. Ante este panorama, los jugadores verdolagas abandonaron el estadio no en bus ni con aplausos, sino apretados en una tanqueta.
En ese vehículo blindado, diseñado para contener disturbios, viajaron los campeones. Sin embargo, en lugar de lamentos o reclamos, los futbolistas eligieron transformar el momento en un festejo único. A través de transmisiones en vivo y publicaciones en redes sociales, compartieron su celebración improvisada: cantos, risas y el trofeo como testigo mudo de la ironía.
La tanqueta, cargada de alegría y victoria, se convirtió en una postal cruda y simbólica: el país en una metáfora. Un trofeo encerrado en la coraza del miedo, custodiado por la necesidad de proteger lo que debería ser inquebrantable. En cada grito de victoria resonaba el eco de una realidad que parece imposible de ignorar: la violencia que atraviesa todos los rincones de la vida colombiana, incluso su deporte más amado.
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